jueves, 23 de julio de 2009

Se Trata de Compartir


De eso se trata esta obsesión por escribir. De no quedármelo. De soltarlo y ver qué pasa. Quién lo lee y en qué se transforma. De empezar la trama de una gran alfombra voladora en la que nos montamos una vez que empezamos a volar por este espacio todopoderoso.
Observo, pienso, siento y expreso. Todo es imagen porque hasta cuando no podemos ver, los dedos nos transmiten una imagen. Olemos y evocamos una imagen. Escuchamos y en seguida tenemos una imagen en esa pantalla que es nuestra mente. Hasta cuando la estamos viendo frente a nosotros, creamos otra en nuestra pantalla íntima. Y la manipulamos, la cambiamos, la desglosamos en mil historias… mientras no la saquemos de allí es sólo nuestra. De la abstracción infantil, a la gran pantalla de cine, a una sinfonía, a un libro, a una escultura, a un lienzo, a una fotografía. Un gran mundo de imágenes bulle dentro de los creadores que en algún momento explotan como un gran volcán, para sacudirnos, maravillarnos, volcar nuestros ojos para dentro, para hacernos reír y llorar. El ojo en el visor de una cámara ve y captura una imagen única, mientras tengamos el ojo allí, nadie mas puede ver lo que nosotros vemos. Filmando o grabando músicos la magia es tan conmovedora, que solo porque tengo el foco en automático, y sostengo la cámara fija en un trípode, sé que mis lágrimas no entorpecen el registro. Las manos del músico con sus venas encendidas, la velocidad de sus manos que en el lente parecen una batalla de mariposas, la gota de sudor paralizada en el lóbulo de su oreja que la luz de un seguidor hace brillar como un brillante. Las arruguitas de sus ojos tensas por la pasión. Sus ojos dentro de los míos. Me conmueven y me remueven, y lloro por el privilegio, por la intimidad robada… A veces cuando vuelvo a verlo todo en la mesa de edición, y de nuevo en la pantalla.

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