jueves, 3 de febrero de 2011

Apostando por el Arte



El 22 de enero llena de expectativa ante uno de los acontecimientos más importantes en la historia de Tasmania y del mundo del arte, hago mi cola para tomar el ferry que me llevará a conocer MONA Museum of Old and New Art (Museo de Arte Antiguo y Nuevo). Al llegar hay una gran fiesta animada por un concierto del Groupe F de Francia que con los acordes de un chelo y un teclado electrónicos, ponen un show pirotécnico con antorchas que crecen y se esfuman, en el techo del museo con la montaña Wellinton como background. El asombro que ya la historia de MONA ha alimentado en mi día a día con las noticias sobre el gran acontecimiento crece.
Desde hace pocos años todos han estado esperando este dia, desde que vieron que la promesa de David Walsh se hacia realidad, cuando parte de la colina donde está su viñedo Morilla era cortada y rellenada por toneladas de piedra y hierro para construir 6.000 metros cuadrados de un museo subterráneo de tres niveles, sobre el cual siguen las áreas verdes de la colina cercenada, y donde ahora también hay espacio para dos escenarios con 360º de paisaje sobre el río Derwent, la montaña Wellinton, verdes colinas residenciales y los viñedos.



Para ser invitado la primera noche se organizó hace meses un sorteo vía Internet, 2500 personas fueron favorecidas que junto con los invitados especiales sumaron esa noche cuatro mil invitados. Algunos vieron a John Malcovich hacer su cola para el ferry sin espavientos. Durante los tres días que duró la fiesta, la gente pudo disfrutar con sus niños, sentados en mantas y con cestas de pic-nics, echados en la grama, junto con David Walsh en shorts, bailando entre la gente. Unos entrando al museo, otros disfrutando los conciertos al aire libre.
Walsh nació frente a esta colina donde esta hoy su viñedo, fábrica de cerveza, hotel-boutique y ahora MONA, su museo; con un tipo de autismo muy peculiar, el cual le permite tener una insólita habilidad para los números y memoria envidiable. Creció en Glenorchy., suburbio de Hobart donde vive la clase obrera, seguramente soñando con cifras de tantos ceros que todo recinto se le hacia pequeño. Desde niño además de los números le han apasionado los libros y la biología, por eso entró en la universidad a estudiar ciencias, sin embargo, al terminar el primer año renunció a los estudios y con unos amigos con quienes solía escaparse a jugar en el casino, empezó a redefinir complejos sistemas de juego, antes de tener un éxito tan rotundo que se convirtió en una amenaza para los dueños no solo del casino de Hobart, sino de los casinos del mundo. Afortunadamente para él, Tasmania y el mundo del arte, David a amasado una inmensa fortuna con el juego y ha ido invirtiendo en arte, acumulando tantas obras y piezas antiguas de colección, que decidió hacer este museo para que todos puedan disfrutarlo.
Lo que más le entusiasma a Walsh es sacudir a la gente, sacarla de su zona de confort, provocar indignación, risa, malestar; dice que le gusta que la gente piense, por eso MONA no es un museo donde predomina la belleza, se podría decir que MONA es un canto a la muerte, al sexo, a la provocación; insólito contraste con el paisaje que lo rodea y la atmósfera lograda por Walsh y su arquitecto, quienes hicieron una edificación que produce placer verla y recorrerla. La entrada está enmarcada por un enorme espejo cóncavo donde se refleja el hermoso paisaje. El lobby de entrada es mayormente de vidrio lo cual también permite seguir disfrutando de la vista. Una vez dentro, se puede bajar en un ascensor transparente los tres pisos, o utilizar una escalera tipo caracol. El túnel por donde baja el ascensor es de piedra arenisca, una vez en el tercer sótano al abrirse el ascensor, se entra en un enorme hall también de piedra arenisca de unos 20 metros de altura que encierra un atractivo bar y un enorme corredor hacia las galerías, donde la iluminación resalta la textura, los matices de la piedra, y Bit.Fall, una caída de agua con efectos electrónicos que Julius Popp, creó para MONA.


Al entrar, para alimentar aun más mi asombro me dan un iPod Touch con un localizador para que al hacer clic sepa adónde estoy, qué estoy viendo, la información de la obra y el artista, con opciones como el comentario de algún critico de arte, o Walsh explicando por qué adquirió esa obra, o entrevistas al creador; y para decir si me gusta o no la obra. A terminar mi recorrido, pongo mi e-mail para que me manden mi visita, que podré ver en mi laptop para recordar qué vi, y el listado de lo que no vi, de manera que al regresar al museo, pueda ingresar en mi recorrido y ver lo que falta. Son 1600 obras en total que no vale la pena ver en una sola visita. 1300 antiguas, desde momias y urnas egipcias, tesoros mesopotámicos, esculturas griegas; y 300 obras de arte moderno y contemporáneo.
Walsh esperaba impactar a los asistentes con obras tan agresivas a la vista como Cloaca Professional de Wim Delvoye, belga; una instalación que muestra el proceso de digestión de la comida hasta su último producto de defecación con los olores correspondientes. O los enormes cuerpos de reses colgando y pudriéndose, de la artista griega Jannis Kounellis. O las 150 vaginas de tamaño natural vaciadas en arcilla, llamadas Cunts... And Other Conversations de Greg Taylor, australiano, y sus amigas: y muchas obras mas de este estilo. Sin embargo la reacción del público es de curiosidad, interés y reflexión.
La construcción de MONA ha costado $75 millones, se calcula que en obras de arte hay $100 millones. Sin contar su última excéntrica apuesta de comprar la vida del artista francés Christian Boltanski de 65 años, que ha aceptado que cada uno de sus movimientos sea filmado 24 horas hasta el día de su muerte. El artista dijo a la agencia AFP que Walsh piensa que nunca pierde, y que alguien que piensa así debe ser el diablo, por lo tanto mientras más viva Boltanski, más dinero deberá invertir Walsh. “Si yo muero en tres años, gana Walsh, si muero en diez años, gano yo … Voy a tratar de sobrevivir, uno siempre puede luchar contra el diablo”.
Al lado del bar, David Walsh quiere dedicar una de las paredes a las cenizas de personas muertas, el primero ha sido su padre. “Me gusta la idea de que las cenizas de alguien se convierta en una obra de arte, y sus hijos o amigos puedan venir a visitarlos y tomarse un trago sentados aquí”, este privilegio le costará a los interesados $75 mil. Posiblemente MONA termine siendo la pirámide de David Walsh y otros excéntricos.

Escrito para www.codigovenezuela.com

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